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Suko

Esta es la historia de mi vida. Es corta porque aún soy muy chiquitín, pero también es la historia de Miko, mi hermano que no sobrevivió. Llegamos a la asociación en abril, cuando una de mis mamis vio un aviso, dos gatos de apenas tres días estaban tirados y no había rastro de mamá gatuna, y no dudó en llamar y recogernos. Había que alimentarnos cada 3 horas con una sonda. ¿Sabéis lo que es? Es un tubo horrible que te meten por la boca y llega hasta la pancita, puaj ¡que manía le tengo al tubito! Este tubito cuando tienes el tamaño que teníamos nosotros, era como meterte una tubería por el morrito je je.
Así pasaban nuestros días, 3 horas, ñam ñam, pupú, zzz… no era la vida más apasionante del mundo pero para mis mamis por aquellos días, era más que apasionante, era agotador. Una mamá nos cuidaba durante el día, y la otra mami por la noche. Parece que la vida se hace muy estresante cuando tienes pirañas que comen cada poco tiempo.

Una noche, Miko no pudo más, y nos dejó. Fue un palo para todos, yo no tenía a quien abrazarme. Pero parece que la energía de mi hermanito me hizo ser mucho más fuerte, en breve pasé a comer con jeringa, semanas después biberón. Aprendí a pedir mi comida, chillaba como un loco… ¿quién se podía resistir a venir corriendo hasta mí con un rico biberón?

Yo era una sorpresa, ¿cómo sería? Pues una pasada de gatito, la verdad. Mis pelitos crecieron y hasta tenía ricitos… me podían peinar y todo, la raya en medio me quedaba de lo más aristocrático.

A los dos meses yo era un terremoto que necesitaba mucha atención para jugar y comer. Aprender a comer papilla sin una mamá gato que te vaya limpiando un poco, es un caos. Cada vez que comía, prácticamente había que lavarme, había papilla por todo mi cuerpo, y como no era muy hábil lavándome pues imaginaros como se quedaban mis ricitos.

Una amiga de la asociación, Ángela, trabaja en casa, así que se ofreció para acogerme junto a Ataly y Daphnée y enseñarme a ser un buen gato. Para mí el juego consistía en pillar desprevenidas a mis mamis de acogida y ¡Zasca, bocado! A mí me hacía mucha gracia pero a ellas menos. No tenía muy buenos modales gatunos.

Trabajaron mucho conmigo y en mi educación pero soy un gato, ¡yeah! Necesito un gato para educarme. Me pusieron en adopción, mucha gente quería adoptar al pequeño terremoto que yo era, pero tenía que ser una familia con gato y mucha paciencia para ocuparse un poco de mi locura. Así llegué a donde estoy ahora, con Elena y mi mamá gatuna Yuki, que al principio no le molé nada, hay que decirlo, tanta locura no era la ilusión de su vida, pero ahora somos inseparables.

Donde va uno, va la otra, pasamos horas acicalándonos mutuamente y gracias a Yuki he aprendido buenos modales, aunque el apodo de “terremoto” aún lo tengo, juventud, divino tesoro.

Los animales lactantes necesitan cuidados especiales, pero tú puedes hacerlo. Sin las ganas de las personas que me recogieron, yo no estaría en este mundo, y el mundo es más bonito conmigo. Aprende a alimentar a un lactante, es un viaje maravilloso, estás invitado a hacer este viaje la próxima vez que la vida ponga ante ti un animal tan pequeñito como yo era.

En nuestra asociación, estarán siempre felices de enseñaros cómo alimentar a un bebé, ¡conviértete en protagonista de una historia con final feliz!

Su vida en fotos

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